
Hay un momento en la vida del viajero en la que India llama a tu puerta. Abrirla o no es una decisión muy importante para la que conviene estar preparado, sobre todo mentalmente. Preparado para asumir la explosión de emociones de todo tipo que aguardan al viajero en este país mágico. En India los cinco sentidos se agudizan al máximo para captar colores, aromas y sabores, acariciar la suavidad de la seda y escuchar los sonidos y la musicalidad del más atractivo de los desórdenes. Hay un momento en la vida del viajero en la que India llama a tu puerta. Abrirla o no es una decisión muy importante para la que conviene estar preparado, sobre todo mentalmente. Preparado para asumir la explosión de emociones de todo tipo que aguardan al viajero en este país mágico. En India los cinco sentidos se agudizan al máximo para captar colores, aromas y sabores, acariciar la suavidad de la seda y escuchar los sonidos y la musicalidad del más atractivo de los desórdenes.
Pero India es una realidad muy compleja. ¿Por dónde empezar? ¿Qué no habría que perderse por nada del mundo en un primer viaje al subcontinente indio? Te damos unas pistas por si estáis escuchando el toc-toc de India en la puerta de tus emociones.
La primera ruta, las primeras experiencias alejadas de la norma, el primer arroz biryani, el primer rickshaw indio, las primeras vacas cruzando la carretera como si el tráfico no fuera con ellas, la primera imagen del Taj Mahal… Demasiadas impresiones bajo un sol que parece servir para que apreciemos más el color de los saris y de la India más auténtica.
Delhi, principio y fin
Generalmente, la mayor parte de los viajes a la India comienzan por Delhi, la capital y una de las urbes más pobladas del planeta. Poseedora de lo mejor y lo peor de India, muchos viajeros huyen de ella antes de tiempo, pero es una excelente piedra de toque para tomar el pulso a una de las culturas más sorprendentes del mundo. Caótica, desenfrenada e incoherente, es capaz de ofrecernos todas sus caras en apenas un chispazo. La parte más antigua, que es la más interesante, cuenta con el Fuerte Rojo, un conjunto palaciego del siglo XVII vestido de arenisca y que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 2007. Próximo a él está Jama Masjid, la Mezquita del Viernes, impresiona por su grandiosidad, siendo una de las obras maestras del arte mogol, rematada con tres cúpulas de mármol blanco y negro. Se puede subir a uno de los minaretes para disfrutar de unas vistas magníficas de la ciudad.
En Delhi, aunque mucha gente lo desconoce, se puede tocar con la yema de los dedos al precursor del Taj Mahal. Y es que en la Tumba de Humayun se encuentra la que fuera inspiración final de la gran maravilla del mundo. Un mausoleo mogol con jardines que resulta soberbio y que emociona. Uno no debería marcharse de Delhi sin disfrutarlo, así como de la ciudad árabe que hay a las afueras, con un minarete soberbio y gigantesco, Qutub Minar.

Tumba de Humayun en Delhi
Taj Mahal, la diosa de mármol que luce en Agra
El que probablemente sea el más bello de los monumentos del mundo (y motivo más que suficiente para ir a la India al menos una vez en la vida) debe su origen al amor incondicional de un emperador (Shah Jahan) hacia su esposa fallecida (Mumtaz Mahal). Situado en la ciudad de Agra, necesitó más de 20.000 obreros para que dibujaran la perfección en mármol blanco, dando la espalda al río Yamuna. La piel de gallina y alguna lágrima furtiva quedan garantizadas al mirarlo por primera vez.
En Agra, además, merece la pena su Fuerte Rojo, la Mezquita del Viernes que hay frente a la estación de trenes y, por supuesto, el mausoleo de Itimad-Ud-Daulah, conocido popularmente como el pequeño Taj… debido a sus similitudes, pero a pequeña escala.
Varanasi… entre lo sagrado y lo espiritual
La siempre repetida “espiritualidad” de India (concepto del que se abusa con asiduidad) se conceptúa a la perfección en Benarés o Varanasi, esa escala en la que el río Ganges se vuelve hacia los dioses de la vida… y la muerte. Porque es allí donde muchos hindúes acuden a morir y a despedir a los suyos en esas ceremonias de cánticos y fuego que acaban flotando en el río más sagrado de India. Y es que en Varanasi uno puede romper el ciclo de reencarnaciones.
En los llamados Ghats, escalones hacia el río, se viven escenas de religiosidad a las que merece la pena asistir. Los templos siempre están a rebosar y los hombres santos, ascetas que se deshicieron de su conexión material en este mundo, tiñen de color la ciudad más santa del país.

Varanasi
Jaipur, la puerta del Rajastán
El Estado del Rajastán es uno de los más interesantes para explorar en India. Del tamaño de España y desértico en muchos de sus tramos, cuenta con ciudades y pueblos realmente interesantes. De entre ellas destaca Jaipur, que además queda a una distancia asequible desde Delhi en tren. Es conocida como la ciudad rosa por su nada azaroso colorido de fachadas (lo hicieron para honrar la visita del príncipe de Gales en 1905) a tono con el Palacio de los Vientos o Harén del Marajá, cuya fachada de infinidad de ventanas se ha convertido en todo un icono.
Pero son muchos más los lugares que merecen la pena en Jaipur, así como un observatorio astronómico del S. XVIII, el Templo de los Monos, o el Jal Mahal, un palacete en mitad de un lago y al que sólo se llega en barco. Y a las afueras, se encuentra el Fuerte de Amber, inmenso palacio al que se puede llegar subido a lomos de un elefante.
En Rajastán nos quedarían otras ciudades imprescindibles como Jaisalmer, Udaipur o Jodhpur y solo debemos pensar que hemos hablado de una pequeña porción de un país gigante como India. Muestra de que siempre es necesaria una primera vez, pero que hacen falta muchos viajes para conocer en profundidad la patria de, entre otros, Mahatma Gandhi, quién dijo una vez que «La verdad es el objetivo, el amor el medio para llegar a ella». Algo que podría aplicarse tanto a la Humanidad como a la propia India…

Palacio de los vientos (Hawa Mahal) en Jaipur